El silencio

 
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Todos sabemos lo que es el “silencio” por definición: la ausencia de ruido. 

Cuando pensamos en un lugar silencioso, podemos imaginarnos fácilmente una habitación sin gente, un lugar en medio de la montaña alejado de los coches de la ciudad, o quizá una playa vacía al amanecer. El silencio literal, del ambiente con un volumen bajo, es para mí algo súper necesario a lo que intento acercarme a menudo.

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Sin embargo, últimamente pienso mucho en otro tipo de silencio, a mi juicio más importante, pero también más difícil de conseguir: el silencio interior. Un tipo de silencio que no tiene tanto que ver con las circunstancias externas, sino más con cómo estés tú por dentro. Para mí, es eso que ocurre cuando tu mente se calma, se alinea con el cuerpo y es capaz de crear una paz que se refleja también en lo que ves. En su versión ideal (esa que dicen que alcanzan los monjes budistas), es un estado completamente independiente del movimiento a tu alrededor: ya puede estar tronando en el exterior, que tú estás en calma. 

Yo lo he experimentado en alguna ocasión, aunque aún frágil. Pero las veces que lo he vivido, me ha dado tanta fuerza, sentido y conexión que es difícil compararlo con cualquier otra sensación. Es un estado en el que de repente no necesito ir buscar el móvil, ni contarle a nadie nada, porque estás total y completamente presente, y no hace falta más. A veces aparece sin buscarlo: de repente, me encuentro a mí misma en una alineación especial, y surge la magia. Otras veces, lo he buscado yo a conciencia.

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¿Cómo se puede encontrar el silencio interior?

 

Supongo que cada persona tiene sus propios caminos. Para mí, es más fácil encontrar esta calma interna cuando a tu alrededor las circunstancias son favorables: puede ser caminando en la naturaleza, tomando un café lentamente en un lugar tranquilo, quizá tras ver una película inspiradora, o meditando (esto último yo todavía no sé hacerlo).

Sin embargo, lo difícil es ser capaces de crear este estado en los momentos en los que a nuestro alrededor no existe esa tranquilidad: cuando estamos inmersos en el estrés del día a día, rodeados de gente en medio de la ciudad, o en situaciones duras de verdad. ¿Es posible crear esa paz interna inmune al huracán exterior? Yo creo que sí. Fui capaz de sentirla estando presente junto a mi abuela cuando tenía lugar el final de su vida en la Tierra. Pero no es nada fácil.

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Ayuda mucho haber experimentado esa quietud previamente (en momentos de paz “literal”), porque así sabes a lo que quieres llegar. Se trata de grabar en tu memoria lo que sentiste cuando llegaste a ese punto, para poder recrearlo más fácilmente.  

 

Algunas cosas que para mí propician ese silencio:

* Las clases de yoga.
* Ver una peli en el cine, completamente inmersa.
* Una conversación profunda con alguien que quiero
* Mover el cuerpo.

 




El ruido externo.

 

Lo que verdaderamente dificulta que nos encontremos en silencio es la cantidad de ruido que existe a nuestro alrededor, y más hoy en día. De pequeña era capaz de pasarme horas y horas dibujando, inmersa en mis historias, súper concentrada y sin pensar en nada más… y ahora, eso me cuesta un montón. Vivimos constantemente distraídos, rodeados de estímulos y llamadas de atención que hacen muy difícil experimentar calma y concentración real. Además, todo ese jaleo exterior produce en nuestro interior el mismo barullo mental.

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Sin embargo, creo que también muchas veces somos nosotros mismos los que buscamos esas distracciones. Yo, por ejemplo, considero que tengo verdadera adicción a mi teléfono móvil. Noto que mi mano se va a buscarlo de forma impulsiva, como si tuviera miedo de perderme algo por no estar constantemente pendiente. 



 

¿Por qué hacemos esto? ¿De qué nos queremos distraer?


 

Supongo que el silencio también, en cierta forma, da miedo. Porque estar conmigo misma cuando me siento en paz es una sensación agradable y por eso la busco. Pero, ¿qué pasa cuando apago todo a mi alrededor y lo que me encuentro no me gusta? ¿Qué hago con esa incomodidad? El silencio tiene esa cara B, y creo que es uno de los motivos por los que, sin darnos cuenta, también lo evitamos. 

Con todo lo que hago por buscar esa paz, también me doy cuenta de que me cuesta mucho “estar” sin más, y no hacer nada. Me cuesta muchísimo hacer nada, a pesar de lo beneficioso que es para mí. Creo que es porque, muy en el fondo, identifico que mi valor reside en lo que hago, lo que produzco, y por lo tanto, cuando dejo de hacer, siento que no soy válida. 

A todos nos da miedo enfrentarnos a esas cosas que salen a la luz cuando apagamos el ruido, cuando disipamos la niebla. Pero supongo que la clave está en ir poquito a poquito, acercándonos. Empezar abriendo un poquito esa puerta que lleva tanto tiempo cerrada, aunque sea para que entre un poco de aire… y luego, ir abriéndola cada vez más. Y para hacer esto, el silencio es fundamental. Es nuestro aliado, que nos ayudará a encontrar las claves para hacer las paces con nosotros mismos. Merece la pena intentar hacerle un hueco en nuestra vida.

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¿Y tú, qué relación tienes con el silencio?

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Algunas recomendaciones de material sobre este tema:

- Libro: “El silencio en la era del ruido”, de Erling Kagge.

- Libro: “Biografía del silencio”, de Pablo d’Ors.
- Lista de reproducción de Spotify: "Gira Silente" de Jorge Drexler

 
 
Sara Peña Martín