Sobre el entusiasmo

 

Tengo un problema: la cabeza me va a mil por hora. Prácticamente todos los días, a todas horas, me paso el tiempo pensando en todas las cosas creativas que voy a hacer en el día, en la semana y en la vida.

Entusiasmo2.jpg

Esto, que puede parecer a priori algo bueno, es en realidad un poco problemático. Ya lo decía aquel test de personalidad que nos hicieron una vez en clase: mi personalidad dominante es tipo “I” (de “influyente”):

Personas extrovertidas y emocionales. Elevada necesidad de verbalizar ideas, con temor al rechazo social. Los “i” son simpáticos, entusiastas y alentadores, pero tienen dificultades para fijarse en los detalles, son irrealistas en las valoraciones ajenas y tienden a confiar demasiado en la gente. Ante estrés, se sobrevenden, son excesivamente idealistas y hablan demasiado.

¡Tachán! Esa soy yo. El test en cuestión no podía haber dado más en el clavo.

Entusiasmo3.jpg

Todos los días, tengo que lidiar con esa mente-torbellino que no para de tener ideas y pensar en esto, en aquello y en lo de más allá, en “qué bonito sería hacer este vídeo, y además una ilustración que representara nosequé, y al mismo tiempo abrirme una tienda online, ir a dibujar por la ciudad, y hacerle una ilustración a una amiga que cumple años, y además hacer la compra porque hay que comer sano, oye y si hago un vídeo sobre eso? MIERDA, LA MEMORIA DE PRÁCTICAS, AÚN NO LA HE EMPEZADO.”

Y así todo el día. Desde que me levanto hasta que me acuesto.

Sobre el entusiasmo.jpg

Por suerte, he mejorado con los años. Cuando era pequeña, empezaba cada día un cómic nuevo, pero sólo llegué a terminar dos o tres. Ahora, tras muchos años de aprendizajes, sí que voy consiguiendo acabar muchas de las cosas que empiezo. También es porque me voy conociendo mejor a mí misma, sé qué tipo de trabajos llevo mejor y cuáles se me suelen hacer muy cuesta arriba, intentando concentrarme sobre todo en aquellos trabajos que sé que me van a funcionar. Además de eso, estoy practicando eso de decir “no”, dejando de lado muchas ideas y proyectos precisamente para salvar otros.

Entusiasmo4.jpg

Sin embargo, he de admitir que todavía me cuesta. El mayor problema lo tengo en los momentos en los que me pongo a trabajar en una cosa concreta. Si decido, por ejemplo, que las próximas dos horas las voy a dedicar a escribir un post en el blog, me pasa que, cuando estoy a mitad, me doy cuenta de que la mente se me está yendo a otra cosa, y cuando me quiero dar cuenta ya estoy abriendo una pestaña nueva en el navegador para investigar a ver qué tendría que hacer para llevar a cabo esa otra idea que se me ha ocurrido mientras debería estar haciendo otra cosa.

¡Lo paso fatal!

Entusiasmo5.jpg


Y supongo que necesitaba ponerlo por escrito un poco para reflexionar sobre ello y desahogarme. Pero como yo no me suelo quedar contenta solo con la queja, he decidido investigar por qué me pasa esto y qué puedo hacer para solucionarlo. A lo largo del tiempo, he ido encontrado algunas estrategias que me suelen ayudar, a saber:

1. Ten paciencia contigo misma. No se va a acabar el mundo si no consigues llegar a todo. Eres humana, y es lo más normal del mundo que tengas ciertas limitaciones… porque los imprevistos a veces se interpone en el camino, eso también es parte de la vida, y hay que saber apreciarlo.

1.jpg


2. Recordar cuál es tu motivo. Es muy importante recordarte a ti misma por qué haces las cosas, cuál es tu motor. Eso es exactamente lo que te va a dar el impulso y la energía para ir haciendo cosas. Si es ese motivo es lo suficientemente poderoso, te servirá para mantener la motivación a largo plazo. Si no lo es, entonces a lo mejor hay que revisarlo. Normalmente, a mí me sirve mucho preguntarme si lo que estoy haciendo lo hago por los demás o por mí. Las cosas las tenemos que hacer para alimentar el alma, no para alimentar el ego.


2.jpg

3. Nunca hay que infravalorar el poder de la priorización. La idea está en poner en lo más alto de tu lista de tareas las cosas que sí o sí tienes que conseguir hacer, y centrarte en ellas, aunque sean pocas. Y el resto, muy a tu pesar, si no se llega, pues qué se le va a hacer… Aunque todo parezca importantísimo, en realidad no lo suele ser, y el mundo seguirá girando aunque no lo hagas y tú podrás seguir siendo feliz.

3.jpg

4. Recuerda estar presente. Cuando estés haciendo una tarea, métete de lleno en ella, disfrútala, bucea en las profundidades del trabajo y que se te pase el tiempo sin darte cuenta. Para esto, puede que tengas que hacer un trabajo muy consciente por evitar ciertas cosas, como mirar el móvil cada dos por tres o abrir mil páginas de internet a la vez. Hacer un esfuerzo consciente por estar presente.

4.jpg

5. Cuídate. A veces, pasamos tantas horas trabajando que se nos olvida que para que todo eso pueda ser posible, hay que dormir bien, hacer ejercicio regular, (ejem, ejem), comer correctamente… Al final, aunque no nos demos cuenta, eso nos afecta también incluso de forma hormonal, y cuando no nos cuidamos lo suficiente el cuerpo también reacciona de maneras extrañas, provocándonos, entre otras cosas, que funcionemos por impulsos. Ya sabes: Self care comes first!

5.jpg

Yo poco a poco voy aprendiendo. Por mi exceso de entusiasmo, he tenido que recular muchas veces y retirarme de iniciativas que he empezado con toda la ilusión del mundo, a veces con otras personas (esa es la peor parte), pero que no he podido mantener en el tiempo. Porque en realidad, prácticamente todos los proyectos en los que me meto son cosas a las que me podría dedicar, si quisiera, a tiempo completo. Pero como eso no puede ser, pues tengo que ir eligiendo. Y me da mucha pena, me gustaría que el día tuviera más horas y los seres humanos más energía. Pero aceptar las cosas como vienen también es parte del proceso. Así que poco a poco, y haciendo al ritmo que se pueda. Y sobre todo, con mucho amor.

corazon.jpg
 
Sara Peña Martín