A veces me pregunto (a menudo, de hecho) cómo veremos dentro de unos años lo que estamos haciendo ahora. Sumergidos en la centrifugadora del día a día, pocas veces levantamos la vista para mirar con perspectiva todo lo que está pasando a nuestro alrededor. Aunque la verdad, si me paro a pensarlo, es que también da un poco de miedo. Puede resultar un impacto grande cuando de repente te das cuenta del tiempo que ha pasado desde aquella cosa que parecía ayer pero que en realidad fue hace una eternidad. Y dices, “¿cómo es posible?”, y sientes una explosión de emociones que van desde la más pura tristeza hasta quizá, con un poco de suerte, alegría de estar en un momento diferente de tu vida.

Por diversas circunstancias, el viernes terminaba el día triste, cansada, desanimada. Había acabado siendo uno de esos días en los que la mente se te nubla y no ves mucho más allá. Iba en el coche a un recado rumiando el pensamiento de que el mundo camina a una velocidad que se me hace cada vez más difícil de seguir. Me abruma la sensación de saturación que siento cuando miro Instagram y veo a todo el mundo tan activo, tan hacia fuera, tan al día… cuando a mí, cada vez más, me están dando ganas de irme a vivir al campo y mandar a todo el mundo a la porra.

¿Cómo has pasado este verano? Yo, durante el mes de agosto, decidí descansar de la newsletter igual que en 2020, pero esta vez no sé si llegué a avisar. La verdad es que han sido unos meses intensos, si os soy sincera no tengo mucha sensación de haber vivido un verano al uso. A excepción de una semana maravillosa que pasé por las increíbles tierras de Galicia, creo que no he descansado todo lo que necesitaba, en gran parte debido a la mudanza en la que ando metida (desde luego ya entiendo por qué tanta gente dice que los cambios de casa son odiseas). Me siento un poco saturada, y empezar septiembre así… me hace pensar que quizá algo no anda como debería.

Estas semanas estoy atravesando una época rara. Si leiste mi última newsletter, quizá recuerdes que a raíz de un inesperado momento de pausa que surgió en mi vida, os hablaba sobre la ociosidad y la importancia de dejarle espacio al descanso de vez en cuando. Curiosamente, un mes después, se da la circunstancia de que esa pausa me ha resultado tremendamente útil para afrontar con fuerza lo siguiente que me deparaba la vida: un momento importante de transición.

“Como casi toda mi generación, fui educado en el espíritu del refrán «la ociosidad es la madre de todos los vicios». Niño profundamente virtuoso, creí todo cuanto me dijeron, y adquirí una conciencia que me ha hecho trabajar intensamente hasta el momento actual. Pero, aunque mi conciencia haya controlado mis actos, mis opiniones han experimentado una revolución. Creo que se ha trabajado demasiado en el mundo, que la creencia de que el trabajo es una virtud ha causado enormes daños y que lo que hay que predicar en los países industriales modernos es algo completamente siempre de lo que siempre se ha predicado”.

Como quizás algunos ya sabéis por ciertas publicaciones que he hecho en Instagram, uno de mis propósitos de este año fue introducir más movimiento en mi vida. Ya no hablo de apuntarme a un gimnasio, ni siquiera eso: simplemente de moverme más (no estar todo el día con el culo en la silla, vaya).

Desde el primer momento, mi plan de abordaje estuvo basado en empezar con este “mayor movimiento” de manera regular y poco a poco. No creo mucho en los cambios radicales, para mí no suelen ser sostenibles a largo plazo... Por eso, prefiero hacer pequeñas modificaciones en mi rutina que a la larga hagan la diferencia, para construir poco a poco un estilo de vida.

“El día 2” hace referencia a ese punto intermedio entre el principio y el final de algo. Ese estado en el te encuentras cuando ya ha pasado la magia del comienzo, pero tampoco te consideras un experto todavía. Un punto de no retorno en el que estás demasiado lejos del inicio como para darte media vuelta, pero aún te queda mucho para llegar a la meta final.

No se habla lo suficiente sobre este momento. Siempre comentamos lo difíciles que son los comienzos (lo mucho que cuesta empezar algo cuando somos nuevos o inexpertos), y de lo gratificante que es conseguir alcanzar los objetivos o superar las dificultades llegado el final. Pero, ¿qué hay de todo lo que pasa en medio?

La historia de ese primer e-mail me parece todavía más fuerte ahora que puedo verlo con perspectiva. El 21 de febrero de 2020 yo estaba en Roma,había ido a visitar a mi hermano Javi durante su estancia de Erasmus prácticas. Así que aquella primera newsletter la envié desde su casa, a la periferia de la capital italiana. Tenía dudas y miedos sobre la recepción que tendría, pero principalmente estaba emocionada. Lo que no sabía era lo que se nos venía encima.